miércoles, abril 05, 2006

Patagonia


Patagonia, es la zona de dos vertientes con una espina dorsal, con vértebras de montañas espinales separadas y ligadas por lagos, ríos, glaciares y valles, todos de gran belleza y que se extienden por oriente y occidente.
Una vertiente occidental abrupta que desciende en corto trecho por glaciares, fiordos, canales y luego se desgrana en mil islas disgregadas desde Chiloé hasta el Cabo de Hornos que desafían al bravo e iracundo mar que Núñez de Balboa llamó Mar del Sur y Hernando de Magallanes paradójicamente bautizó como Océano Pacifico.
La vertiente del levante no es abrupta, después de abrirse paso por glaciares y descansar en lagos de montaña se derrama suavemente en valles, y llanuras que en extensos escalones o mesetas buscan las olas mas mansas del Océano Atlántico.
Hoy voy a hablar de esa Patagonia, que me vio crecer, la que se derrama lentamente de Los Andes al Atlántico. Otro día hablaré de la otra, de la que cae abruptamente al mar occidental, aquella que me vio nacer.
Patagonia es la estepa arrasada por el viento del indio Tehuelche, el indómito Kóshkil, palabra en lengua Teushen, ( sinceramente no conozco su traducción, pero me comprometo a averiguarlo y si alguien me puede ayudar se lo agradecería) que con su soplo arrastra esperanzas que a través de largos cañadones se diluyen y mueren en la vastedad de esta tierra austral.
Patagonia vergel del coirón, gramínea esteparia, duro alimento del ganado ovino, alimento vegetal que nutre carne y se trueca en lana, materias que debieran aplacar el hambre y dar abrigo a tantos pobres del mundo...
Patagonia, productora de ese sumo negro y viscoso que mana de la tierra, producto apetecido, residuos de prehistoria y culturas milenarias: el petróleo, sumo de la tierra que hoy se mezcla con el sudor de los obreros y se transforma en el producto que mueve al mundo y produce el temblor de los mercados. Desgraciadamente el petróleo se acabará y el sudor continuará.
Patagonia es la llanura donde en día claro, de verano, la mirada se pierde en lontananza y en noches largas, de invierno, con su cortina de nieve y cerrazón esconde la brújula del arriero: la Cruz del Sur, y los rumbos se pierden y se desorienta la razón.
Patagonia oriental pendiente, larga, escalonada que el Tehuelche iracundo trepa buscando refundar su hogar, allá más lejos, más alto, quizás la montaña, allá donde el “blanco”, el “huinca” gane menos con llegar.

Patagonia, del siglo pasado,
en invierno eras laguna de escarcha.
En tu espejo se acicalaba el carancho.
En tu cristal brillante, ovalo irregular,
de agosto, se reflejaba débil el sol.
Mientras un niño que esperaba crecer,
sentado en lata, cuadrada de aceite, vacía,
y en cada mano un palito aferrando,
que terminaba en punta afilada de clavo;
con sabañónes en manos,orejas y pies;
sonriente, inocente y mirada encendida,
en la laguna escarchada, patinaba sin descansar.